sábado, 3 de julio de 2010

A veces…

Hacemos que hacemos, decimos vivir como no vivimos, deseamos para no realizar nada. Nos desconectamos. Nos volvemos temerosos, prevenidos. Anclamos en cosas inútiles para desligarnos de lo importante. Llenos de explicaciones, actuamos poco e intentamos demasiado. Terminamos apreciando más la gambeta que el juego. Nos volvemos confusos y nos amparamos en eso. Buscamos seguridad y la protección y en eso se nos va la vida. Perdimos la inocencia de los sentimientos. Eludimos las miradas. Dejamos de escuchar al corazón. Más duros, menos vivos. Cuidamos tanto nuestra imagen ante los demás que terminamos creyendo que el ego es lo que somos. Escapamos para ir a ningún lado. Le tenemos miedo a los balances. Audaces en lo insignificante y poco aventureros. Guardamos lo mejor, mezquinamente, quien sabe para que momento o para que vida. Creemos aventajar cuando en realidad nos estamos quedando. Hacemos de lo malicioso una virtud y de la inocencia una estupidez. Amamos a los niños, pero no al niño que fuimos. Atados y maniatados nos pensamos libres.

Concedernos la oportunidad para encontrarnos con nosotros mismo, en lo esencial, sin lo accesorio. Es restablecer la conexión perdida. Es probar la alegría que produce la libertad y la ausencia de miedo. Soltar la piedra para escalar la montaña. Dejar de buscar afuera para encontrar adentro. Tenerse.

Sergio Iribarren

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